Autor: Iván Ricardi

 

​

Bien, silencio… aquí estamos nuevamente tú y yo ¡cara a cara!

desde ya, pongamos las cosas muy en claro

quizás ambos podemos ser los mejores amigos

ya que sólo tú has sido testigo de mis agitadas lágrimas

has visto mi alma al transparente y sabes bien quien soy yo.

 

O tal vez me equivoco tajantemente, y como muchos,

tu deseo siempre ha sido aniquilarme

amenazando mi paz con la frialdad de tu presencia.

Quizás es que tan sólo te diviertes conmigo

con tus jugarretas de manifestarte en el peor de los momentos

cuando todo está callado

para después simplemente extraviarte en el bullicio de la gente.

 

¡Declárame ya tus intenciones, SILENCIO!... ¿Dime por qué callas?

¿es que acaso eres tú ahora el que me tiene miedo?

¡grita fuerte que no te escucho!, porque si no lo haces en este momento... comenzaré a hacerlo yo.

 

¿Por qué estas tan callado, ¡maldita sea!

sé que no eres un cobarde pues te siento aún aquí

así que bien, lentamente llévate tus heladas ráfagas ponzoñosas

que sólo intentan provocarme daños.

 

Esto es muy simple amigo mío… no te convengo de enemigo

porque soy fuerte como un viejo roble y tenaz como un ratel…

¿Por qué te siento más callado que de costumbre?

¡habla o grita lo que tengas que decir a tu favor!

porque déjame decirte que si callas otra vez…

tan sólo una vez más… daré por hecho que simplemente ya te has ido,

que ya no estás aquí y que una vez más ¡he ganado!

teniendo conmigo el poder de vencer y de creer en mí.

 

¡Vaya, sigues aquí!… y yo al igual que tú, también lo estoy.

¿acaso por fin te has rendido?

 

Comienzo a sentir que tus aires van cambiando de trayecto,

se descongelan mis tibias manos

y ya puedo sentir entre tus tintes un poco de color,

te puedo sentir ya conmigo y te siento tan real

 

Si estás listo… transforma este canto triste

y abrígame completo el sereno de mi aliento

que tú estando de mi lado… ¡YA SEREMOS INVENCIBLES!